«Es que si no fuera así…» juicio valorativo

Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaba a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas mientras la otra era perfecta. La perfecta conservaba toda su agua en el trayecto desde el arroyo hasta el hogar de su patrón, pero la de las grietas, sin embargo, apenas si conservaba la mitad.

Y así fue durante varios años, lo que llenaba de orgullo a la vasija perfecta y avergonzaba a la agrietada. Un día, ésta, que sentía que ya no podía más, se atrevió a hablarle a su patrón:

«Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo, porque debido a mis grietas sólo puedo entregarte la mitad del agua y sólo obtienes la mitad del valor que debías recibir».
El aguador, entonces, la miró compasivamente y le pidió que en el próximo viaje se fijase en las hermosas flores que crecían a lo largo del camino. Así lo hizo la tinaja, que miraba complacida las flores cuya belleza hasta ese momento le había pasado desapercibida, pues siempre iba muy preocupada por derramar la menor cantidad de agua posible.

Llegaron así al final del trayecto, y la vasija, aunque maravillada por lo que había observado, volvió a sentirse triste y culpable porque otra vez había derramado una gran cantidad de agua. Entonces, el aguador le dijo:20100429161042-camino-bosque-flores

No estés triste, ¿no te has fijado que las flores sólo crecen a tu lado del camino?. Durante estos años he ido sembrando semillas de flores a lo largo del camino, y tú, todos los días, has ido derramando encima de ellas el agua necesaria para que crezcan y florezcan tan espléndidas como hoy las has podido observar. Así, gracias a ti, yo he podido recoger esas flores para alegrar la casa y decorar el altar en la Iglesia. «Pero si no fueras exactamente cómo eres, jamás hubiera sido posible crear esa belleza. Así que deja de lamentarte y regocíjate en tus imperfecciones, porqué son ellas las que te hacen única y especial».

Después de aquellas palabras, jamás volvió a avergonzarse la vasija agrietada durante los trayectos desde el arroyo, pues sabía que su misión era ahora otra, y que esa sí, la hacía a la perfección.

Cuantos señalamientos a diario nos hacemos a nosotros mismos. No es en vano ese dicho pueblerino que dice: «no hay peor enemigo que nosotros mismos». Cuando se trata de emitir juicio, tendemos a ser muy severos. Pensamos que el trabajo que realizamos es, sin lugar a duda, uno incompleto y mediocre. Acto seguido comenzamos una hilera de justificaciones que sin ánimo de ofender, no le interesan a nadie.

Déjame hacerte una pregunta, ¿cuál de estas dos vasijas realiza una mejor labor? ¿La perfecta vasija que sólo hace una función o la agrietada que realiza dos funciones? Aquí entra el «juicio valorativo». Para que fue diseñada la vasija: para cargar el líquido. Aun así el trabajo que podemos realizar es tan importante como el que secundariamente estemos haciendo sin restarle mérito. Todas las funciones que realices para la obra Dios son importantes, pero más aún necesarias. Todas él las ve y se regocija de la disposición con que la realizas. No te opaques ni permitas que nadie lo haga.

“Pues bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno de ustedes es un miembro con su función particular.” 1Corintios 12:27 (DHH L 1996*)

Eres importante, VALORATE!